Seamos Lo Que Somos

Por: Señor OK

Digamos que son las diez de la noche. Digamos que hay dos tipos que conversan en el Parque del Poblado y digamos que están hablando de grafiti como siempre que se encuentran lo que pintan en la calle. Uno le dice al otro que hace poco leyó un texto sobre cómo se valorizan algunas propiedades por tener murales en sus culatas, claro, porque si un artista reconocido del street art te pinta la casa, pues la casa vale más, porque tiene una obra de arte. Mira lo que pasó con Blu que se tapó a sí mismo como acto de protesta, explica el primero y añade que el street art no se escapa de las formas del comercio del arte en general y del mercado de las obras, por el contrario; cada vez más se circunscribe dentro de las lógicas “clásicas” de comercializar cuadros. No hablan de Banksy, al menos.

Acá desconocemos bastante esas prácticas de murales y no pensamos con calma lo que estamos haciendo, se empieza desbocado a pintar en todas partes sin saber muy bien cuál es el sentido, y eso está bien, pero luego de un tiempo hay que depurarse y empezar  pintar lo que uno es, desarrollar un lenguaje propio que además entienda las dinámicas de la ciudad, dice el primero y el otro recuerda la frase de Fernando González: seamos los que somos. Pero se queda callado. Incluso sin darnos cuenta ayudamos a la gentrificación. Remata el primero

Luego el primer tipo le pregunta al segundo por cómo están las cosas acá, en la ciudad. Al parecer el primer tipo es de otra ciudad, Bogotá, digamos y el segundo responde que bien, que acá hay más bombarderos, pero que a él, en lo personal, le parece que hace falta más intervenciones de todos los tipos. No veo mucha gente que haga murales, hay bastantes personas que empiezan, pero se cansan al rato, de todas maneras, pienso que hay potencial, le explica el segundo al primero.

Digamos que llevan cuatro cervezas cada uno y siguen hablando de grafiti. Hablan de lo último que han pintado y de lo que les gustaría hacer en un futuro cercano. El segundo le comenta al primero que había pensado en proyectar una de sus últimas piezas, pero que desistió y la hizo a pulso con su extensor. Me dan desconfianza los que están proyectando todo lo que hacen, no me parece tan divertido solucionar así las piezas, aclara el segundo tipo y el primero se muestra de acuerdo, pero señala que casi todos los nuevos del streetart mundial proyectan sus obras para reducir el error. ¿Proyectar o no proyectar? Esa es la cuestión.

Los dos tipos hablan de equivocarse, de errar, sobretodo de hacer las cosas mal en el momento preciso para que todo salga bien. El error, dice el primero, es el que me mantiene vivo, parto del error, el error me ayuda, le dice al segundo que asiente y toma sorbos de su cerveza, improviso como método, continúa diciendo el primer tipo, casi todos los muros los resuelvo en la marcha, ahí en el muro. Proyectar me mataría, porque yo lo que necesito es moverme, pensar mientras pinto, resolver la pieza justo partiendo de los errores. El segundo se muestra de acuerdo y recuerda una frase de un grafitero español que dice que el estilo es el límite. Claro, eso es, responde el primero.

Los dos tipos siguen hablando, hasta tarde en la noche de grafiti y de otros temas. Imaginémoslos un momento, ahí, tomando cerveza, hablando de sus cosas, con marcadores en los bolsillos y aerosoles en sus morrales, seguro disfrutan de las palabras, lo que no se cuenta no tiene brillo propio o se queda guardado y se empolva, pensará seguramente el segundo tipo al día siguiente cuando esté frente al muro, blandiendo sus aerosoles o sus brochas, bajo el sol  inclemente de la ciudad. Veámoslos despedirse, con un abrazo fuerte como sólo los que pintan en la calle lo saben dar. Y haciendo las promesas que hacen todos los grafiteros: hablamos para que pintemos, le dice el segundo tipo al primero, tengo spot, remata.

Digamos que cada uno se va a su casa, haciendo sus tags en el camino, en un poste de la luz, en un teléfono público, en una valla con una publicidad de un concierto. Al llegar a sus camas y acostarse se harán muchas preguntas, y recordarán lo que alguno de los dos dijo: también se puede pensar sobre grafiti, meterle mente, ¿una epistemología? No, tampoco es para tanto, en todo caso, con unas cervezas todo entra mejor. 

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