La Requisa En Rock Al Parque

Uno de los momentos más tensionantes, o si uno se pone a analizar tal vez el único, de ir a Rock Al Parque es precisamente entrar. Transcurre el año con anuncios de convocatorias para bandas, para el afiche, concursos y demás cosas que día a día nos recuerdan y nos hacen aumentar las ansias por asistir al festival, esperar un buen cartel y si los milagros existen que esta vez sí traigan la banda de nuestros sueños. Después de algunas decepciones y ver unos buenos nombres en el cartel uno decide programarse y entonces organiza qué día(s) va a ir, qué bandas va a escuchar, dónde se va a encontrar con el parche y hasta se pregunta cómo diablos se va a devolver a la casa, o si en realidad se va devolver. La cosa está lista, el parche está completo, ya uno sabe cuál es la ruta de transmilenio, de sitp o de servicio corriente que le toca coger, y si le toca por la 30 se prepara para la caminadita. Al llegar se baja del bus con otros 10 manes y viejas que como usted puede inferir, también van a mover la greña, se encuentra con los parceros, la novia o el novio, si es preciso se toma una cerveza, se fuma un cigarro, come algo, se frota las manos y decide entrar. Tras hacer una larga fila de flujo continuo, llega al primer filtro. Y el primer filtro es simplemente la primera requisa. Las personas avanzan en frente de uno y mientras uno va llegando a la entrada está una señora gritando, se le guarda la sombrilla, la correa, lo que necesite, lo mira a uno y le dice qué se le ofrece mi rey? Y en ese momento uno se acuerda de que llevaba la correa puesta y la novia o la amiga precavida, como raro no había dejado la sombrilla. Ya recuerdo las correas que perdí, porque al final no encontraba a la señora que la guardaba, o porque se la di a guardar a un amigo de un amigo de un amigo que entraba con escarapela y que adentro me la pasaba, o sencillamente porque me olvidaba por completo. Si quiere puede arriesgarse y guardar sus cosas o si no son tan importantes, renuncia a ellas y se las regala a los policías. Pero con los objetos que uno no puede entrar no termina todo, por el contrario apenas comienza. Por alguna razón, las requisas siempre me ponen nervioso, lleve algo prohibido o no. Recuerdo en la época del colegio, que a un man de mi salón mientras entraba, un policía le dijo, y esto qué?, mostrándole un moño de marihuana que supuestamente le habían encontrado. El chino del colegio no llevaba nada, y el maldito tombo lo quería embalar. Debido a esto, muchas de las veces que entro a Rock Al Parque inevitablemente recuerdo la historia. Se puede observar un grupo de policías en fila y hay una persona que le dice a uno con quién le toca la primera requisa. A uno le puede tocar con un chucaro (policía bachiller que no quiere ser policía sino que le toca) o con un policía patrullero. Ahí la cosa se convierte en cuestión de suerte, algunos dicen que los tombos miran caras, pero uno nunca sabe. A veces a uno lo requisan suave y superficialmente para terminar con un bien pueda siga. Pero no falta el verde que a toda costa quisiera encontrarle una libra de marihuana y ya la requisa parece excesiva. Después de ese incomodo momento uno respira un momento y siente un poco de alivio, pero la mala noticia es que a unos metros está la segunda requisa, la más dura. Uno avanza mientras ve que a algunos les quitan los encendedores, los cigarros, a alguna chica le quitan una botella de perfume que no sé para qué diablos lleva y no falta al que le encuentran la dosis de hierba que preparaba para entrar. Antes de llegar le dicen a uno que tiene que quitarse los zapatos y los lleva en la mano listos para el segundo round. De nuevo la suerte vuelve a jugar un papel importante en el destino que nos podría llevar a Rock Al Parque y en cierta manera depende del tombo con que a uno le toque. Uno ve gente que avanza y gente que se queda. Otra vez vi que a un man le encontraban por lo menos unos treinta porros listos para fumar envueltos en una bolsa, todavía recuerdo su cara de jueputa y ahora qué voy a hacer. Con las manos extendidas y las piernas abiertas, a veces con una leve pero agresiva patada de tombo, uno se para al frente de esos sujetos y espera a que le toquen los brazos, le revisen la capota, le toquen el pecho, las piernas y que la tocada de huevas sea breve. Le preguntan a uno si lleva drogas o armas. Son momentos rápidos pero que a veces parecen tardar más de lo necesario. Pero finalmente el mal rato termina. Después de haber tenido que ser puestos al bochornoso momento de una requisa, y de entrar sin problemas o con suerte (por si llevaban algo prohibido), los nervios, la angustia, y la incomodidad quedan atrás. Frente a nuestros ojos solo se abre un escenario dispuesto con un gran sonido para poder ver las propuestas rockeras que trajeron para nosotros. Espero que usted no pierda ninguna de sus pertenencias en la requisa. Y como le dicen a uno los parceros, nos vemos adentro. Artículo de opinión por: An Vil

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