Diez Cero Uno Graffiti Respect 2020

Ya sabemos - y estamos un poco mamados de escuchar- que 2020 fue un año atípico para toda la sociedad. Se puede decir que todos los sectores sufrieron, si no afectaciones, por lo menos algún tipo de cambio. El graffiti writing no se quedó por fuera y no hablo precisamente de los efectos de la pandemia; aunque creo que de alguna forma ésta llevó a un cambio -no muy sustancial y temporal- en sus dinámicas, la afectación a la que me quiero referir en este texto es mucho más significativa. Estaba pendiente desde la aparición de este movimiento en Colombia: la afectación del entorno. 

Durante más de 20 años vimos un graffiti* apático, ensimismado. En este periodo de tiempo no era muy común encontrar manifestaciones políticas o de denuncia concernientes al entorno. El graffiti estaba concentrado en ser graffiti, no iba mucho más allá de eso. Al parecer no habían preguntas por el territorio, por lo local. La fuerte influencia del lugar de origen de esta forma de graffiti aún parece estar bastante inscrita en este y otros territorios. 

Fue hasta hace un poco más de un año que algo comenzó a cambiar. La gran movilización social que surgió a partir del 21N, comenzó a dejar ver, por fin, un graffiti que comenzaba a mirar a su alrededor, a observar el lugar sobre el que estaba parado. Se comenzó a dejar de lado el afán de enmarcarse dentro de aquellas características propias del graffiti writing global, para empezar a indagar cómo estas mismas permitían algo más que un nombre que aparece de manera insistente en tanto lugar como le sea posible.  

La práctica del graffiti writing privilegia el nombre de un individuo oculto. Éste es la razón por la que se da, a través de su afirmación y su reafirmación, en la calle como lugar de aparición, de existencia. Es entonces aquí donde se da el primer cambio que hay que resaltar: la desaparición del nombre. Por algunos breves instantes, algunos miembros de la comunidad dejaron de lado sus nombres para dar paso al mensaje. Dejaron de aparecer pintadas con nombres específicos de individuos o parches para comenzar a escribir otras palabras. Palabras dolorosas por cierto. Porque a veces habitar en este territorio es emocionalmente fuerte y doloroso. Pero una de las cosas que debemos hacer ante esto es reconocerlo, nombrarlo, describirlo, para así, mirando hacia el futuro, poder si quiera presenciar la germinación del cambio. 

Después de ver cómo en Bogotá murieron más de diez personas por balas policiales y de haber conocido la muerte de Javier Ordoñez, en varias ciudades del país, como se pudo observar por distintas redes sociales, comenzaron a aparecer mensajes como “Nos Están Matando”, "SOS Genocidio", "Despierta País Indolente", entre otros. Los únicos que podrían, y de alguna forma tenían la responsabilidad de, difundir estos mensajes en el formato y en los espacios que se dieron no podrían ser más que las escritoras y escritores de graffiti, quienes saben de la técnica y la intervención en el espacio público. Es aquí cuando se comienza a ver un graffiti distinto, uno que reconoce su territorio, que se manifiesta.

El formato en el que se dieron estas intervenciones en el país exigía la presencia del segundo factor que quiero mencionar: la colectividad. Estas palabras de gran tamaño hicieron que en todas las ciudades donde se escribieron estos mensajes se reunieran decenas de personas, juntaran materiales, pusieran su tiempo y llegaran a acuerdos. Renunciaron a sus intereses personales para colaborar en algo que aunque no tiene afectaciones directas en la resolución de este tipo de dolorosas situaciones, hace que se puedan poner sobre la mesa los temas que deben ser de discusión en una sociedad como la nuestra.    

Fotografía por Sebastían Rubiano

No es gratuito que estos graffitis hayan sido de gran formato. La gravedad de la situación exigía que estas intervenciones fueran de gran tamaño. Que se vieran desde lejos, que fueran ineludibles. Estas manifestaciones de alguna manera buscan impedir que podamos seguir siendo indiferentes ante todo lo que sucede en nuestro territorio, que nos podemos excusar en un “es que yo no sabía, no me había enterado”. Si yo no leo noticias, ni leo los periódicos, ni me intereso mucho por lo que sucede en país voy a pasar en mi bici, o en un carro, o en el transporte público y un mensaje como “nos están matando” no puede pasar desapercibido. Y aunque puede que yo no haga nada, e independientemente de mi posición política, de allí surgirá un tema sobre el cual puedo hablar con otras personas o reflexionar de manera individual.

Un mensaje como el que menciono es en sí una denuncia, lo que no es cualquier cosa. En el mundo de la legalidad por supuesto es irrelevante. Sin embargo, la sociedad no funciona sólo por papeles firmados. La memoria colectiva se conforma de distintas maneras. Hoy no todos los jóvenes van a hacer papeleos para decir que algo malo está pasando en el entorno. Hay muchos otros que se reúnen con sus amigos y simplemente salen a pintar para expresar que sienten miedo, que les preocupa en manos de quién están las armas, que no sienten que el estado represente sus intereses. ¿Es esta la mejor forma? Seguramente no. Tal vez tendría más efecto el iniciar una acción judicial. Pero estamos hablando de personas que hacen graffiti. No de abogados, ni de políticos. Y si tenemos en cuenta estrictamente el quehacer, para mí están cumpliendo con su responsabilidad ciudadana, la cual consiste en poner al servicio de la comunidad sus conocimientos y saberes. 

Fotografía por Sebastián Rubiano

Por último quiero mencionar otro elemento importante. La manifestación del graffiti como medio de comunicación. Por supuesto esto no es algo nuevo, es incluso evidente. Pero este caso es concreto. Cuando en situaciones similares, vemos cómo algunos medios de comunicación son tímidos en denunciar y en atreverse a tomar una postura independiente, expresiones como estas son necesarias. Ya vimos cómo una intervención como el mural de los falsos positivos frente a la escuela militar generó bastante incomodidad, lo cual confirma su efectividad en la comunicación. Este muro puso de nuevo el tema sobre la mesa, lo que creo que es lo más importante de este tipo de acciones.

Es por esto que en este modesto trabajo de observación que hemos hecho desde hace algunos años para reflexionar sobre lo más destacado del año, nos es imposible dejar lo que pasó en el 2020 de lado para mencionar a un escritor o a un parche en específico. Personalmente quiero dar todo mi respeto, aprecio y admiración hacia todas las personas en las distintas regiones del país que se reunieron para hacer aparecer estos importantes muros. Cuando las ciudades como Bogotá prácticamente desbordan de graffitis, encontrar estas manifestaciones es entusiasmante.

*Cuando me refiero a Graffiti en este texto, hablo especificamente de Graffiti Writing. Otros tipos de graffiti como el de consigna han tenido una manifestación política más clara desde escenarios universitarios, de protesta o de militancia. 

 

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