- Opinión
El Graffiti Y El Oportunismo de Hollman Morris
- Fabián Ávil

Es común que siempre que se presenta un debate social de cualquier tipo, aparezca un político de mayor o menor rango, aprovechando la oportunidad de visibilizar su nombre, mientras al mismo tiempo consigue adeptos y futuros votantes. Hace unos días que en Bogotá, después de la posesión del nuevo alcalde, se viene hablando de Graffiti, de las nuevas reglas del juego que las decisiones del gobierno local puedan traer y todo al respecto. Con este debate también apareció un personaje político, recién elegido al concejo por la colectividad del alcalde anterior: Hollman Morris, un buen periodista que debió quedarse haciendo lo mismo en vez de comenzar una carrera política.
A penas unos días atrás subió un video a su cuenta de Facebook invitando a los graffiteros a reunirse con él. “Por eso invito al movimiento graffitero a que nos reunamos” dice en el video, sin olvidarsele poner su nombre y su etiqueta para que lo reconozcan como redentor: “soy Hollman Morris concejal de Bogotá” dice después, afirmando también que va a defender las propuestas del grupo ante el concejo.
¿Pero acaso que sabe Hollman Morris de graffiti? La verdad me temo que lo mismo que saben en los noticieros, y la gente del común: poco y nada. El graffiti se puso de moda hace un tiempo y la gente, según se percibe, tiene la idea en general de que al mencionar esa palabra, se refiere a los muros bien pintados y patrocinados que hoy se encuentran por cantidades en Bogotá. “#Grafiti organizado, artístico y cualificado mejora entornos y se convierte en dinamizador comunitario para Bogotá.” dice también en su cuenta de Facebook. ¿Algo diferente de lo que dijo el secretario de Peñalosa? Nada. La administración actual busca exactamente lo mismo, entonces ¿qué tiene de innovadora su propuesta? o más bien ¿cuál es aparte de conseguir futuros votos?. No fui a su reunión de propaganda, pero cuando alguien pone una frase como esa, como conclusión de lo ocurrido, creo que, como ya sabía, no me perdí de nada.
El graffiti tiene un sentido mucho más amplio que el de recibir un buen pago por una ilustración en gran formato, y eso es lo que él y muchos (incluidos un montonón de parche graffitero también oportunista) piensan que es. Hablar de “graffiti artístico” como lo llaman, que más bien lo deberían llamar Arte Urbano, no es lo mismo que hablar de graffiti, un mundo amplio donde pasan muchas más cosas que las que deja ver Idartes en sus videos, fotos, cifras y comunicados.
Por otro lado, ¿necesita el graffiti quién defienda sus propuestas?. Como mencioné en un artículo sobre el graffiti en la administración de Peñalosa, el graffiti tiene su esencia en la ilegalidad porque busca demandar, hablar, subvertir, gritar. El graffiti no necesita que la gente diga “Oh qué bonito graffiti, qué colores, qué letras más bonitas, ¿cuánto me cobra por uno de esos?”, porque en cierta manera busca lo contrario, generar incomodidad, molestias, mostrar que hay una generación inconforme, que no está de acuerdo con la sociedad que hoy nos tenemos que tragar.
Y entonces, al final, no sé quién es más patético, Morris con su oportunismo político, o aquellos “graffiteros” que le creen y que buscan en él y en el estado su protección. El graffiti no existe porque el gobierno le de permiso para existir, y si eso es lo que están buscando los “graffiteros”, se están equivocando demasiado. Creo que hay muchos que están detrás del sueño de vivir del graffiti, como lo vieron en la administración de Petro, y están llorando para que siga pasando lo mismo. Pero ¿para qué se preocupan? no es necesario porque Peñalosa va a seguir dando lo mismo, espacios de “graffiti artístico” para que los llenen de color y la ciudad de Bogotá se vea "más bonita", porque a eso es lo que la política está llevando el graffiti, a pasar de ser un instrumento de denuncia, a ser un elemento decorativo más, como las cosas que venden en la calle 53 en Bogotá.
Si algunos, graffiteros, o políticos, quiere hablar de graffiti, los invito sólo a que se callen y observen. Seguro hay algunos graffiteros, sin comillas, que seguirán haciendo graffiti. Los demás se pueden conformar al cómodo mundo del arte, pero que por favor no sigan hablando de graffiti, porque son cosas distintas.