Editorial: El Quehacer Como Aporte Social

En momentos tan dolorosos como los que se vienen presentando en los últimos días en las diferentes ciudades del país, las sensaciones de impotencia, de tristeza y de dolor se manifiestan fácilmente. Las preguntas aparecen en la mente. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo ayudo? Conciliar el sueño es difícil. Ver las respuestas cínicas e indolentes de quienes hoy se proclaman dirigentes es horroroso. Pensar en las personas que han caído a manos de las fuerzas del estado es abrumador. 

El capitalismo alienante ha llevado a las sociedades a pensar de una forma que las separa del sentir comunitario. El individualismo impuesto por los mercados nos ha hecho creer que somos diferentes los unos de los otros, que cada quien debe trabajar por construir sus propios sueños y que si no lo logra no es culpa de nadie más sino de él o ella misma. Estos ideales nos han llevado a concebir la política como un asunto de los políticos, quienes a su vez han querido hacer entender que nadie más, fuera de ellos, sabe o puede contribuir en el ámbito social. 

Yuval Noah Harari se refiere al homo sapiens como la especie de primate que tiene la capacidad de colaborar en los grupos más grandes. De no ser así no sería posible el alcance que como especie ha llegado a tener. Entonces, ¿cómo es posible que el individualismo esté tan arraigado? Si la colaboración nos ha llevado al mundo de hoy, ¿por qué es tan difícil sentir empatía con los demás miembros de nuestra comunidad?

Es por eso que hoy el desaprendizaje no debe ser un asunto menor. La reflexión crítica sobre la realidad y la existencia es inaplazable. Todas las evidencias confirman que no somos individuos separados como el actual sistema económico lo ha hecho creer. Al contrario, somos comunidades. Somos grupos que colaboran a diario para el sostenimiento de sí mismos. De no ser así, la vida que llevamos hoy sería imposible. 

Esto nos conduce a pensar en cómo colaboramos a nuestra comunidad, en cuál es nuestro papel. Pero tal reflexión no debe ir tan lejos. La respuesta está en nuestra cotidianidad. Ésta se ha conformado, a lo largo de nuestra existencia, de conocimientos prácticos y teóricos. La cuestión está en poner estos saberes al servicio de la comunidad. Y aquí no hay ninguno inferior a otro. El cuidado, la cocina, el baile, el liderazgo, la pintura, la reflexión teórica, la conducción de automóviles o la organización; todos estos pueden ser puestos al servicio de nuestras personas cercanas. Cada quien, por cuenta propia o de manera organizada es capaz de pensar y llegar a saber cómo puede poner su cotidianidad al servicio de una sociedad como la que queremos ver. 

Los violentos, hacen uso de sus conocimientos y de sus herramientas para destruir, para dividir, para perpetuarse en el poder. Ellos han reflexionado bastante al respecto. Por nuestra parte nosotrxs, lxs no violentxs, en un momento tan difícil como éste, lo que mejor podemos hacer por los demás es pensar nuestro quehacer. Entenderlo no sólo como una actividad sino también como un compromiso. Como el aporte mínimo que deberíamos hacer ya que somos miembros de una comunidad que ha diario también nos aporta. Es una oportunidad para asumir nuestra responsabilidad con nuestros grupos, nuestros territorios, los cuáles ellos históricamente han desconocido. 

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