Desarmando

En Graffiti, Una Ciudad Imaginada, Armando Silva hace una lista de lo que él denomina “valencias”. Una serie de requerimientos que, según él, debe tener una manifestación gráfica para poder ser calificada como graffiti. Las valencias que plantea son marginalidad,  anonimato, espontaneidad, escenicidad, precariedad, velocidad y fugacidad1. A primera vista podría parecer que cada una de estas características mencionadas por el autor se ajustan perfectamente a una intervención de tipo graffiti, sin embargo éstas merecen una revisión. 

Para comenzar, el estudio en el que se basa el libro se da en los años 80, donde esta manifestación era distinta, estaba relegada casi que en su mayoría al graffiti político o espontáneo, y aún no llegaba la gran ola movilizadora de graffiti que tenemos hoy en día en una ciudad como Bogotá: el Graffiti Writing. Hacer un listado de cosas que se tiene que checkear para poder decir si algo es graffiti o no, puede ser operativo para un estudio como el de Silva pero genera distintas dificultades. Sobre todo si tenemos en cuenta que el graffiti no funciona de la misma forma siempre, está sujeto al cambio e incluso puede poner en duda sus propios códigos. 

Foto 1. Intervención en la fachada de la Universidad Pedagógica Nacional

Después de observar las valencias que propone Silva, y estando de alguna forma inmerso en el mundo del graffiti, sobretodo el del graffiti writing, - que si hacemos una breve observación de una ciudad como Bogotá es el que predomina, tanto en cantidad como en extensión - podría decir que varias de ellas aplican sólo en algunos casos, y que en otros pueden descartarse o sencillamente no están presentes. Por lo tanto, algo que aplica sólo algunas veces no puede tomarse como una característica propia de algo.

Como ejemplo de lo que trato de explicar voy a tomar la intervención de gran formato realizada en el año 2018, previa a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales,  en contra de Alvaro Uribe y su candidato, ubicada en la fachada de la Universidad Pedagógica Nacional (Foto 1). Allí participó un equipo de más de 10 personas con herramientas especializadas como extensores, cuerdas, engrudo y grandes tiras de papel previamente pintadas. Los participantes tenían acceso a la terraza de la universidad y además de quienes estaban pegando el cartel, había varias personas haciendo registro fotográfico y audiovisual. Toda una producción que no se dió solo en el día de la pegada de ese gran cartel sino que, según se evidencia en el resultado, tuvo que haber sido fruto de reuniones previas, organización, discusión y distribución de tareas. Si utilizáramos el método de Silva para poder ubicar esta intervención dentro de la categoría de graffiti no podríamos hacerlo. La producción de la pieza no nos da señas de precariedad, tampoco de espontaneidad, mucho menos de velocidad y el tiempo que lleva el cartel en la fachada, sin contar la gran difusión que tuvo en redes sociales, no nos permitiría hablar de fugacidad. Según lo que propone el autor, tendríamos lo que él denomina graffiti de pobre cualificación2. ¿Querría decir esto que la pieza mencionada no es una intervención de graffiti? Por supuesto que no. Lo que sugeriría esto es que el método planteado por Armando Silva en los 80s no nos permite tener una comprensión del graffiti contemporáneo.

Foto 1. Bloque de AEC en la avenida Boyacá.

Como este ejemplo hay otros más en los que podríamos poner en duda las valencias mencionadas en el libro citado. Entre ellos podríamos hablar del un gran bloque realizado por el parche AEC en la Av. Boyacá (Foto 2), cualquier firma del escritor Load (Foto 3) o unas letras hechas con rociador por VSK (Foto 4). En todos ellos faltarían varias de las valencias propuestas por Silva, poniendo en evidencia la desactualización  en su propuesta.

La dificultad de la propuesta de Graffiti Una Ciudad Imaginada, está en querer hacer una caracterización primero que todo basada sólo en resultados (piezas terminadas) y también en querer dar un carácter estructural a una práctica en la que una de las cosas que más se podría destacar, incluso en los años 70s y 80s, fechas contempladas para el estudio realizado por Silva, es su falta de regularidad o estructura. El graffiti es inestable, por lo tanto difícil de caracterizar. Si quisiéramos agarrarlo entre las manos se nos iría entre los dedos y tratando de reconocerlo nos quedaríamos con las manos vacías.   

Foto 3. Firma de Load Av. 68 x Cl. 3     

Debido a esto es errado querer brindar un carácter estructural para entender su conformación. Los resultados finales de una intervención, quizá la parte más estable del graffiti, no nos permiten llegar a comprenderlo en su totalidad. Para esto tendríamos que acercarnos y casi que centrarnos en su forma de operar, en su comportamiento, la manera en la que se da el proceso para llegar a esos resultados. En esta operación es donde encontramos y tenemos la oportunidad de observar y analizar toda la inestabilidad presente en un fenómeno como el graffiti. Tal vez la única característica que lo atraviesa y está presente en todo momento. 

Foto 4. Graffiti VSK hecho con rociador Cra. 7ma
 

1 Silva, Armando. Graffiti, Una Ciudad Imaginada. Tercer Mundo Editores. Bogotá 1988.  P. 27 - 28.

2  Ibid. p. 32-33

 

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