- Especiales
Graffiti Respect Bogotá 2024
- Fabián Ávil

La gran cantidad de imágenes de graffiti que encontramos hoy en Bogotá hace que la tarea de observación se vuelva cada vez más compleja y profunda. No es fácil estar al tanto de todo lo que se va creando en los diferentes puntos de la ciudad, lo que, como en cualquier análisis, introduce un punto de sesgo: el de nuestra propia observación. Este ejercicio impone complejidades que tratamos de abordar de diversas formas y, en ningún caso, busca establecer una "verdad" absoluta. Al contrario, su objetivo es presentar una propuesta para iniciar una conversación.
A lo largo de este ejercicio, en el que hemos rendido homenaje al graffiti más destacado durante un año, usualmente nos hemos centrado en el trabajo continuo de un escritor o colectivo. Sin embargo, para esta ocasión, decidimos enfocarnos en una intervención específica.
Hace algún tiempo, me sorprendió un trabajo que vi sobre la carrera 80, en el colegio La Palestina. Este spot ya había sido intervenido anteriormente y contaba con piezas bastante elaboradas que perduraron un buen tiempo. Shaday, quien fue el gestor inicial de este lugar, se reunió con Flame, y juntos lo renovaron, llenándolo de piezas distribuidas por toda la fachada. La intervención resultante fue algo nunca antes visto en la ciudad. Este antecedente es importante porque ilustra una visión distinta, tanto técnica como conceptual, en la producción de un muro de gran formato.
Fotografía por Alexandra Castro
A finales de 2024, se llevó a cabo la intervención de un gran muro frente a la estación Ricaurte de Transmilenio. Este muro muestra el estudio de un artista de graffiti, y en él se pueden observar diversos elementos que componen el espíritu de un espacio creativo, como un escritorio, una computadora, una biblioteca, una tablet y un caballete. El espacio está además adornado con cuadros, stickers y otros elementos que hacen referencia al graffiti y al arte urbano en general. Es una escena, pero sobre todo, un gran escenario.
El proceso de creación de este muro tomó 33 días. Tuve la oportunidad de seguir su evolución, tanto a través de las redes sociales como en mis trayectos diarios. A medida que el muro iba tomando forma, algo me llamó especialmente la atención: no era el trabajo de un par de personas ni de un colectivo o crew definido. Lo que me sorprendió fue la participación de tantos artistas, lo que le daba, a pesar de la unidad que se planteaba, un carácter diverso.
Fotografía por Geraldine Guasca
Mi principal interés sobre el muro radica en la aparente característica colaborativa o comunitaria de su producción. Nunca había visto un muro intervenido por tantas personas que no estuvieran unidas bajo un mismo parche para conformar una sola imagen. El graffiti y sus practicantes, lamentablemente, han sido históricamente conocidos por su individualismo, lo que hace de este un gesto atípico.
Al abordar el tema de la participación de otros artistas, descubrí que mi idea inicial era incorrecta. La intervención no fue tan planificada ni controlada como había supuesto. Los primeros invitados fueron, por un lado, amigos de Flame y, por el otro, de Shaday. Sin embargo, conforme avanzaba el proceso, fueron las mismas personas quienes, de manera voluntaria, se acercaron con la intención de participar. Algunos comenzaron, pero no regresaron; el proceso fue, en cierta medida, orgánico.
Algo que me llamó la atención fue la integración lograda con cada una de las participaciones de los artistas externos. En las composiciones de graffiti colectivas, es común ver una estructura cercana al collage: cada quien hace lo suyo y, aunque se unen, no es fácil percibir una composición compacta. En la mayoría de los casos, esto no es la intención. Según lo que me contaron, la mayoría de los participantes eligió el lugar donde querían intervenir. No obstante, todos fueron advertidos de que, debido al tratamiento de la imagen, podría ser necesario realizar intervenciones sobre todas las obras de los artistas. Y efectivamente, la mayoría de los graffitis fueron intervenidos para ajustar la luz y la sombra a las condiciones atmosféricas del escenario planteado. A pesar de la participación de tantas personas, hubo un control de la imagen general, lo que contribuyó a la unidad visual del muro.
Fotografía por Geraldine Guasca
De este aspecto de participación colectiva se desprende algo igualmente importante. Según Shaday y Flame, la mayoría de los artistas llevaron sus propios materiales. Esto resalta el carácter autogestivo de la intervención. Aunque el proyecto comenzó en el marco del Día del Arte Urbano, financiado por el Estado, el valor del estímulo económico no fue suficiente para cubrir la magnitud de la intervención. Este hecho es relevante porque demuestra que no solo el Estado o las grandes empresas pueden financiar grandes intervenciones. A través de la autogestión y el trabajo colectivo, también es posible lograr proyectos de esta envergadura.
Finalmente, quiero abordar el carácter histórico que podría tener el muro. Los responsables del proyecto me dijeron que no tenían la intención de hacer un homenaje ni de conmemorar escenas, eventos o personajes específicos. "Son dos miradas", me dijo Shaday al comenzar. Sin embargo, el hecho de que no haya una intención explícita no significa que el muro no pueda trascender en algún sentido. Hay varios elementos que podrían darle un carácter histórico relacionado con el graffiti bogotano, lo que le conferirá una dimensión documental. Empecemos por las personas que participaron: artistas de distintas trayectorias y zonas de la ciudad. También se hace referencia a eventos, como la muerte de Tripido o la intervención del tren de la sabana. Se recordó a algunos artistas que ya no pintan activamente. TNO hizo una réplica de una fotografía de una intervención suya en el metro de París. Había referencias a libros y otros elementos característicos de la escena de graffiti. Estos, a su vez, dialogaban con retratos y otras imágenes que formaban parte de una selección personal de referencias. Capas y capas de información hacen que el muro esté lleno de contenido, lo que permite que trascienda el formalismo (me refiero al interés exclusivo por las formas) al que solemos estar acostumbrados, para dar paso a un concepto, un mensaje, un interés, algo que va más allá de la imagen.
Fotografía por Geraldine Guasca
Celebro que se hayan hecho intervenciones como esta. Celebro ver cómo la escena crece de distintas formas, y esto es una prueba de ello. Mi respeto y admiración para Shaday y Flame, no solo como artistas, sino también como gestores y productores. La articulación de un proyecto de esta magnitud no es tarea sencilla, mucho menos cuando no hay suficiente dinero involucrado. La escena ha cambiado enormemente y continuará cambiando. Lo importante es que cada persona asuma el rol que cree tener dentro de ella.