Dos Policías Auxiliares (De Frente) Me Robaron Mi Marihuana

Estaba yo sentado en el parque de la independencia, y lo más curioso de todo es que ni siquiera estaba fumando. Había llegado un rato antes a sentarme en el pasto con mi pareja para pasar el tiempo y charlar un rato. Mientras el tiempo transcurría en total normalidad, un pisquero (olor a marihuana) llegó a nuestras narices, y siguiendo un hábito casi automático del cual creo que padecemos gran cantidad de fumadores, movimos nuestras cabezas intentando identificar el olor. Eran como las 4 de la tarde un día sábado, y para mí no hubiera sido una buena idea prender un porro en ese lugar, ese día y a esas horas. Sin éxito, fracasamos en nuestro intento por encontrar al furtivo fumador. Después de pasados unos minutos, con el olor llegaron dos policías bachilleres mirando a todo lado, y tal vez por nuestra apariencia, acompañada de la buena costumbre de los policías que lo primero que muchas veces hacen es lanzar un prejuicio, hábito común dentro de su arraigada arbitrariedad, en su rostro adivinamos que creían que nosotros éramos los que estábamos fumando. Después de echar un vistazo a varios lados, y sin identificar más caras sospechosas que las nuestras, se nos acercaron. Eran dos chúcaros, pero lo que me pareció muy raro es que uno de ellos tenía un ojo morado. Antes no había tenido la fortuna de ver a un tombo con un ojo morado, y hasta hoy, ese ha sido el único. Uno de ellos se me acercó y me dijo que si le dejaba “registrar” mi maleta. No accedí en un principio y primero que todo le pregunté el porqué de su petición. Me dijo que sólo me estaba pidiendo un favor y que podría negarme. No le di mi maleta, pero los manes siguieron ahí, insistiendo una y otra vez en que les dejaramos registrar nuestras maletas. Llegó el del ojo morado, y nos dio la mano, lo cual por alguna razón me pareció sospechoso y abusivo. Ahora los dos se habían unido diciendo que hacían su trabajo y que debíamos dejar registrarnos. Le mostré mi maleta y el primero echó una revisada hasta que en un bolsillo trasero de mi maleta encontró un moño que tenía destinado para usarlo más tarde. Me impresionó la emoción que se vio reflejada en su cara ante el encuentro, pero lo que más llamó mi atención fue que de una vez se lo echó en un bolsillo lateral de su pantalón mirando complicemente a su compañero. Estupefacto, le pregunté que porqué hacía eso y él me dijo que sólo estaba haciendo su trabajo. No me dijo que debíamos ir a un CAI, ni nada por el estilo, lo cual es lo primero que los tombos hacen luego de que lo encuentran a uno fumando infraganti. Ya tenía yo una mala impresión de todo el asunto, y de nuevo le pregunté “cómo así, nos van a quitar el moño y se van a ir?” y básicamente me respondió que sí y descaradamente me dijo que si tenía algún problema, entonces me llevaba al CAI que hay unas metros más abajo sobre la carrera séptima. Después de insistir un rato en que no era adecuado lo que estaban haciendo, para mí la prueba clara de que la hierba era para ellos fue que el del ojo morado le preguntó a mi pareja que si ella fumaba, como con cierta confidencialidad. Hicimos el último intento de concertar y de nuevo nos dijeron que si había problema íbamos de una para el CAI. Me di cuenta de que había sido víctima de un chantaje estúpido, y sin querer más ver a esos sujetos les hice saber que ya todo estaba bien y que se podían ir. Como suponíamos se fueron hacia arriba, hacia la carrera 4ta y no en dirección al CAI a entregar el cargamento que habían incautado. Me imagino que un rato después ya se habrían fumado todo. Ya sabía yo que la mayoría de los policías son unos corruptos que buscan sólo dinero detrás de cada detención, pero no me imaginaba encontrarme con un par, que en la cara me robaría mi marihuana. Un caso más para la interminable lista de abuso policial, del que muchos hemos sido víctimas. Pero más que impresionado, me quedo con la inquietud y la seguridad de que es necesario que en nuestro país se comience a tomar una dirección diferente con respecto al uso de las drogas y su estúpida ilegalidad, que lo único que hace es incentivar el narcotráfico y casos de abuso de autoridad como el que me ocurrió ese día. No es posible que en el mundo todavía existan individuos, que cegados por un totalitarismo exacerbado, todavía crean que dándole el título de “ilegal”, financiando su persecución y por supuesto acrecentando el negocio, van a acabar con el consumo de drogas. Lo cual es evidente que nunca va a suceder, hagan lo que hagan. Hay que ponerle un poco de sentido a toda la cuestión y dejar de obedecer órdenes y dogmas ciegamente, pero desafortunadamente eso es lo único que sabe hacer un policía. Artículo de opinión por An Vil.

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